Yo creo que
este hecho nos deja una gran enseñanza, pues nuestra vida debería de ser como
esa mujer que al estar alabando y adorando a Dios la casa donde estemos se
llene del olor de nuestras oraciones y alabanzas a El. Que los demás puedan
reconocer que delante del Rey nosotros vertimos nuestras vidas y a Él le agrada,
¿Se imagina a usted que pasaría cuando otros puedan ver y sentir nuestras
alabanzas?
A Jesús
seguramente le gusto esta acción de sacrificio. Lo importante no es cuanto
cueste el perfume sino con que corazón lo hacemos hacia El. Llenemos el santuario
de Dios con todo lo que tenemos y hagamos que huela de las alabanzas que
levantamos hacia El. Rompamos nuestro perfume y derramémoslo hacia el Rey, el único
en recibir toda la gloria y la honra.
Pastor
Israel Hernandez
La Casa de
Dios ministerio Hispano de Christ Church